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¡Cómo cuesta esperar! Somos por naturaleza ansiosos y lo queremos todo ya. Queremos las respuestas aquí y ahora. No importa si somos niños o adultos, la ansiedad siempre está presente en nuestra vida. Los adolescentes quieren tener pareja y la quieren ya. Es por eso que a veces se equivocan, porque con la prisa, eligen sin pensar ni consultar.
Los que buscan trabajo lo quieren ya. Salen con el periódico bajo el
brazo y esperan que alguna puerta se abra y les permita empezar a trabajar hoy
mismo. Pero las puertas no siempre se abren y vuelven a casa desesperanzados.¡Cómo cuesta esperar! Somos por naturaleza ansiosos y lo queremos todo ya. Queremos las respuestas aquí y ahora. No importa si somos niños o adultos, la ansiedad siempre está presente en nuestra vida. Los adolescentes quieren tener pareja y la quieren ya. Es por eso que a veces se equivocan, porque con la prisa, eligen sin pensar ni consultar.
Los que están
enfermos quieren sanarse ya. No quieren seguir sufriendo. Quieren poder
disfrutar de la vida ahora y terminar ya con todo dolor. No importa cuál sea el
problema, siempre es lo mismo, queremos la respuesta y la solución ya.
Dios le prometió un
hijo a Abraham y él le creyó. Génesis 15: 6 “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia.”
El tiempo empieza a
tallar. El tiempo hace que las heridas sanen o hace que las heridas se abran. Depende
de cada uno de nosotros. El tiempo en si no hace nada, es lo que nosotros
hacemos en ese tiempo lo que determina las cosas. Génesis 16: 1 “Sarai mujer de Abram no le daba hijos;
y ella tenía una sierva egipcia, que se llamaba Agar.”
Cuando el tiempo
pasa y nos cuesta esperar empieza a surgir en nosotros muchas cosas que hacen
que nuestra vida se convierta en un problema: esto le pasó a sarai, ya habían pasado
10 años desde el tiempo de la promesa. V 3 “Y Sarai mujer de Abram tomó a Agar su sierva egipcia, al
cabo de diez años” el esperar por tanto tiempo la
llevo a la desesperación.
Cuando la desesperación
llega a nuestra vida:
1. Buscamos nuestra
propia solución. V 2 a “Dijo
entonces Sarai a Abram: Ya ves que Jehová me ha hecho estéril; te ruego, pues,
que te llegues a mi sierva; quizá tendré hijos de ella.”
Sarai quiso ayudar a Dios en su promesa. Muchas veces queremos decirle al médico
como debe operarnos.
2. Nos dejamos
Influenciar por los demás. V 2 b “Y atendió Abram al ruego de Sarai.”
Perdemos la capacidad de analizar. No vemos con claridad aunque la solución
este al frente. Nos volvemos vulnerables ante el ataque del enemigo.
3. Actuamos de
manera apresurada. Perdemos la noción del tiempo y el espacio. V 3 “Y Sarai mujer de Abram tomó a Agar su sierva egipcia, al
cabo de diez años que había habitado Abram en la tierra de Canaán, y la dio por
mujer a Abram su marido”
4. Las cosas no
salen bien. V 4 “Y él se
llegó a Agar, la cual concibió; y cuando vio que había concebido, miraba con
desprecio a su señora.” Hay un dicho que dice del afán no queda sino el
cansancio.
5. Causamos daño a
otras personas. V 6 “Y
respondió Abram a Sarai: He aquí, tu sierva está en tu mano; haz con ella lo
que bien te parezca. Y como Sarai la afligía, ella huyó de su presencia.”
Sarai se desespero y
Abraham se dejo influenciar, había otros siervos de Dios que tenían igual o más
problemas que los de sarai pero dieron ejemplo de tener confianza y saber
esperar en Jehová.
Miqueas (el profeta)
también tenía problemas. Tenía los suyos propios y además los del pueblo. Había
cosas que no podía solucionar, que escapaban de su control y no podía salir de
su angustiante situación; quería mejorar, pero no podía hacerlo. Miqueas 7: 7 “¡Ay de
mí! porque estoy como cuando han recogido los frutos del verano, como cuando
han rebuscado después de la vendimia, y no queda racimo para comer; mi alma deseó
los primeros frutos.
7:2 Faltó el misericordioso de la tierra, y ninguno hay recto entre los hombres; todos acechan por sangre; cada cual arma red a su hermano. 7:3 Para completar la maldad con sus manos, el príncipe demanda, y el juez juzga por recompensa; y él grande habla el antojo de su alma, y lo confirman. 7:4 El mejor de ellos es como el espino; el más recto, como zarzal; el día de tu castigo viene, el que anunciaron tus atalayas; ahora será su confusión. 7:5 No creáis en amigo, ni confiéis en príncipe; de la que duerme a tu lado cuídate, no abras tu boca. 7:6 Porque el hijo deshonra al padre, la hija se levanta contra la madre, la nuera contra su suegra, y los enemigos del hombre son los de su casa.” De pronto, se dio cuenta de que tenía un enorme recurso a su disposición y empezó a pedirle a Dios que le ayudara, con fe y confianza. “7:7 Mas yo a Jehová miraré, esperaré al Dios de mi salvación; el Dios mío me oirá” Frente a la ansiedad de las personas, la prisa por respuestas milagrosas y el deseo inmediato de cambiar una situación desagradable, Miqueas dijo: “Yo voy a esperar en Dios”. Lo que Miqueas estaba viviendo era desagradable, pero dejó su problema en las manos de Dios y esperó confiadamente en su intervención.
7:2 Faltó el misericordioso de la tierra, y ninguno hay recto entre los hombres; todos acechan por sangre; cada cual arma red a su hermano. 7:3 Para completar la maldad con sus manos, el príncipe demanda, y el juez juzga por recompensa; y él grande habla el antojo de su alma, y lo confirman. 7:4 El mejor de ellos es como el espino; el más recto, como zarzal; el día de tu castigo viene, el que anunciaron tus atalayas; ahora será su confusión. 7:5 No creáis en amigo, ni confiéis en príncipe; de la que duerme a tu lado cuídate, no abras tu boca. 7:6 Porque el hijo deshonra al padre, la hija se levanta contra la madre, la nuera contra su suegra, y los enemigos del hombre son los de su casa.” De pronto, se dio cuenta de que tenía un enorme recurso a su disposición y empezó a pedirle a Dios que le ayudara, con fe y confianza. “7:7 Mas yo a Jehová miraré, esperaré al Dios de mi salvación; el Dios mío me oirá” Frente a la ansiedad de las personas, la prisa por respuestas milagrosas y el deseo inmediato de cambiar una situación desagradable, Miqueas dijo: “Yo voy a esperar en Dios”. Lo que Miqueas estaba viviendo era desagradable, pero dejó su problema en las manos de Dios y esperó confiadamente en su intervención.
¿Cuántas veces no hemos perdido
oportunidades o hemos cometido errores por no haber sabido esperar el momento
exacto para actuar o tomar decisiones?
Como seres humanos muchas veces somos
impacientes y nos angustiamos, nos decepcionamos, nos enojamos y hasta nos
deprimimos porque las circunstancias se presentan adversas a nuestros planes o
aspiraciones y estos se retrasan o fracasan completamente.
Lo único que nos puede sacar de la desesperación
es la paciencia y la confianza en Jesucristo. Salmo 40: 1- 2 “Pacientemente esperé a Jehová, Y se
inclinó a mí, y oyó mi clamor. 40:2 Y me hizo
sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre
peña, y enderezó mis pasos.”
No importa cuánto tiempo tarde la promesa sigue
confiando en Jesús, el sabe cuando te da lo que necesitas, no te desesperes y
sigue adelante.
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